
Y como no podía ser de otra forma, el inicio de esta crónica de la Spartan Race de Madrid se lo regalamos a este fiera, Gustavo Molina (@molibike) y a todo su equipo, que como os adelantamos hace una semana, sería el primer lesionado medular en alcanzar Esparta. Indescriptible el empuje y los ánimos de todo un auditorio volcado con su gesta. Pero la historia de Gustavo no fue la única que nos encontramos en el Camino a Esparta. Álvaro, otro chico dependiente de silla de ruedas, tomó tras Gustavo la tanda de las 17.00 completando también la carrera y Juan lo hizo ayudado de sus muletas. Y es que, la superación, el coraje y sobre todo, el trabajo en equipo, acompañaron a cada historia de los 11.000 espartanos que fuimos a Rivas-Vaciamadrid, decididos a conquistar la gloria.
Entre ellas, las más numerosas fueron las historias de las personas que se enfrentaban a su primera experiencia en una carrera de obstáculos. La línea de salida estaba marcada por el nerviosismo y los calentamientos animaban a trabajar en equipo para superar cada obstáculo, pero sobre todo, destacamos la decisión y compromiso con el que cada persona afrontaba el reto que tenía por delante.

En la Spartan Race de Madrid tenías la opción de correr 5 km (distancia sprint) o 13 km (distancia súper). Independientemente de la distancia escogida, los muros, los neumáticos, las pruebas de agilidad y memoria, las bañeras de barro y el desgaste físico formaban un sumatorio de obstáculos que invitaban al reto constante. Durante el recorrido, las historias de superación no dejaban tregua al descanso. Nos encontramos con compañeros/as que luchaban contra calambres, contracturas y esguinces a cada metro. Si ibas tocado físicamente, los obstáculos y el terreno serían los encargados de recordártelo, si habías entrenado duro para ellos, siempre había alguno que tambaleaba tus cimientos.
Pero la sorpresa llegó en los últimos tramos de carrera. Todos los que el año pasado habíamos corrido la Spartan Race de Madrid, esperábamos las alambradas de barro al final del recorrido, pero lo que no esperábamos era ¡Ese barro!. Y es que, la organización de la Spartan Race preparó unos 80-100 m de auténtico barro, fangoso y denso como premio final. Los brazos se perdían entre la masilla y si no andabas listo/a, las zapatillas y hasta tus compañeros también.

Pero esto no quedaba aquí, para nosotros el obstáculo sinónimo de equipo y de historias es el Slip Wall o Muro Resbaladizo, situado antes de la llegada a meta. En este obstáculo te encuentras siempre a personas anónimas ayudando a otras a alcanzar la cumbre. Es alucinante la mezcla de sufrimiento y alegría que sientes cuando enfrentas este obstáculo. Estas al lado del fuego final, tu cabeza lo sabe, pero los brazos y las piernas están a punto de caer derrotados, el cuerpo tiembla de fatiga y te pesa tantísimo el barro que para alcanzar Esparta, no hay otra opción que apretar dientes y para delante.
Y por fin, Esparta se revela ante nosotros. Unos cruzamos la línea de meta abrazándonos a nuestros equipos, otros lloraron de alegría, de sufrimiento, de emoción. Hubo parejas besándose, amigos gritando, saltando, incluso golpeándose unos a los otros eufóricos. La satisfacción por el trabajo bien hecho había dado su fruto, estábamos en Esparta.
Ahora, solo pensamos en la próxima, ¡¡ #Nosvemosenelbarro !!

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